París patriarcal
En el camino hacia la igualdad es imprescindible contar con los hombres. Y para esto es necesario que hagan suyas las reivindicaciones del feminismo, que entiendan que esta no es una lucha personal contra ellos, que el patriarcado les condiciona y coarta también. Por esto una de las cuestiones centrales para que el sistema se vaya modificando es conseguir que los varones no se sientan agredidos, cuestionados, juzgados cuando hablamos de derechos de las mujeres. Y conseguir trabajar por la igualdad teniendo en cuenta ese matiz cuando el número de muertas a causa del terrorismo machista no para de crecer es muy complicado. A mí me da mucha pereza. No hay que ser tan cuidadosa cuando trabajas en grupos contra el racismo o la xenofobia. En esos espacios nadie se da por aludido. Pero cuando se trata de igualdad entre mujeres y hombres, ¡ay! con el machismo hemos topado. Si cuestionan tus cimientos crees que te puedes desmoronar. Y a nadie le gusta ceder poder, en lo público o en lo privado.
Hablamos del sistema patriarcal, de su conexión directa con el capitalismo y de su violencia intrínseca. O de su violencia explícita. Porque patriarcal es la violencia de los atentados de París, de los bombardeos de Siria, de la ocupación palestina. No son nuestras guerras, de las mujeres, ni de los niños y niñas. Son las guerras de lo peor de los hombres poderosos. El feminismo en el que yo creo busca crear otros espacios de convivencia, con otros mecanismos de actuación, de intercambio. Dejar de lado la dictadura del mercado que convierte en mercancías de primer orden las armas que matan inocentes. Y modificar las democracias para poner en el centro de interés la vida en condiciones dignas. Esto requiere un trabajo de deshacerse a nivel intelectual de lo superfluo, de lo que gira como satélites en torno a nuestro pensamiento. Lo que lanzan continuamente los poderosos al aire para que nos aturdamos y no podamos fijarnos en las cosas que de verdad importan. Y en esa construcción de un mundo más amable tienen que estar los hombres pero con la voluntad de deconstruirse, de ceder unas cosas para ganar otras.