¿Cuentos o propaganda infantil?
Se publican muchos cuentos dirigidos a niños y niñas con una intención aleccionadora: el cuento igualitario, el de la orientación sexual, el de la prevención del acoso, el de dejar el pañal, el de los celos… Y no digo yo que en un momento complicado, a modo de terapia, tengan su utilidad, pero si pretendemos que con estas historietas se aficionen a la lectura estamos listas. Vamos, yo le cogería tirria porque la calidad, lo que se dice la calidad literaria, es difícil que coincida con el proselitismo.
Cuando ponemos un cuento nuevo en nuestras vidas, ¿qué intención tiene nuestra elección? Elegimos una historia con buenas ilustraciones, con más o menos texto según la edad para que aprendan a leer, se interesen por la lectura, se diviertan, bajen “revoluciones” para dormir… Cada quien tendrá motivos diferentes.
Pero creo que una de las primeras cuestiones que tenemos que tener en cuenta cuando elegimos un cuento para nuestros peques es que nos guste. Sí, a nosotras también, o sobre todo. En nuestra casa, el ritual del cuento es fundamental en nuestras vidas para iniciar ese laaargo camino hacia Morfeo. Hemos pasado tanto tiempo compartiendo cuentos nocturnos que si no me gustasen ya hubiese muerto de aburrimiento.
Por eso es fundamental a la hora de elegir una historia pensar en si van a disfrutar con ella. Ahí se pone en marcha mi vena de mamá manipuladora (que sí, que todas la tenemos, ¡confesad!), porque yo quiero que sea una buena historia de verdad: compleja aún dentro de la simplicidad de los cuentos para los más pequeños; con matices que pueden no entender por completo ahora pero que irán descubriendo con el tiempo; y con un lenguaje adecuado, sin que signifique que se junten tres palabras facilonas y ya está, no, sino que utilice un lenguaje elaborado, sencillo pero rico. Porque no es tan importante que la edad de tu peque sea la que “aconseja” la editorial, como que percibamos que tienen interés en eso que les contamos, en esas ilustraciones que observan. Y a partir de ahí el descubrimiento de la riqueza del relato será paulatino. Y hoy se fijarán en esto y mañana en aquello. ¿No habéis leído novelas de “persona adulta” a los 11 años? Y se disfrutan, ya lo creo, y cuando las relees más adelante, encuentras otros matices, las redescubres. Ese es uno de los valores de la buena literatura.
Otra cosa es cuidar los modelos de vida que aparecen en las páginas de los cuentos. Y a mí, por lo que me toca, me importa mucho que no sean sexistas, pero para eso no hace falta que el centro de la historia sea una niña que se transforma de modosita en guerrera cual ave fénix del parque. O una princesa escatológica. Con que pegue una patadas al balón de fútbol basta o si una mamá arregla el fregadero también está bien. Es importante que haya personajes femeninos, que también ellas sean protagonistas, que los roles no sean los tradicionales continuamente, tanto en los peques como en la familia o el entorno, que se cuide el lenguaje inclusivo. Pero esto no tiene por qué ser el eje central de la narración. Por favor, que sean sobre todo buenas historias. Nuestras hijas tienen más capacidad que la que el mercado supone. No te olvides, nuestros hijos no son tontos. Que no minusvaloren su inteligencia.
Qué buen descubrimiento de la semana este blog!!!! Hace bastante tiempo buscando cuentos para mi hija me di cuenta de que todos o casi todos tenían un propósito: que dejen el pañal, que entiendan una rabieta, que compartan los juguetes, que aprendan a contar, etc. Es como si un adulto leyera sólo libros de autoayuda, un auténtico rollo! A veces vienen muy bien, para alguna necesidad concreta, pero esos libros solemos cogerlos en la biblioteca y se leen una o dos veces y ya. Los cuentos que compramos y que leemos una y mil veces y que nos encantan son otros, los que tienen ilustraciones preciosas y textos inteligentes, los que nos hacen partirnos de risa o emocionarnos, con los que descubrimos cosas nuevas e interesantes, esos cuentos. XD