Teta, alcohol y menta poleo
He leído que e-lactancia.org, la estupenda web que clasifica los medicamentos y otras sustancias según el riesgo que supone para un bebé que los tome su madre, ha variado el grado de «peligrosidad» de la menta poleo. Ahora la sitúa en el nivel 2, riesgo alto. Después de leer con curiosidad las causas de la modificación, el lado travieso de mi conciencia me lleva a buscar la clasificación del alcohol, no el etílico, sino el otro, el de la cerveza y el vino.
¡Y resulta que está en el mismo nivel que la menta poleo! No voy a hacer apología del alcohol durante la lactancia pero la vida es dura y sí, para las mamás que dan teta, también. A mí cuando los bebés son muy pequeños, el instinto me dice que mejor no beber nada de nada pero después, si sigues dando teta y ya hablamos, no sé, de un niño o una niña de más de seis meses o de un año o de… pues que voy a decir, pues eso, que la vida es dura y un vinito de vez en cuando ayuda.
Yo este tema lo vivía con culpabilidad, la verdad (no voy a profundizar aquí en este maldito concepto), pero una amiga, que además es la que más tiempo lleva dando teta (no voy a decir cuánto porque a más de una le daría un jamacuco), me recordó lo que dice sobre esto el tío Carlos González -yo le llamo así porque es tan como de la familia que me sale-. Pues dice el tío Carlos que más vale tomarse un vinito de vez en cuando que dejar de dar teta por no poder tomarse el vinito. Es decir, que las chorrocientas sustancias maravillosas que el peque toma gracias a las tetas, compensan con creces lo que le pueda perjudicar un minichupito. Después de esta confesión diré que me alegro de no haber dejado la teta por tomarme una cañita y para esas madres-lactantes-perfectas que se asombran de nuestra irresponsabilidad, les diré que piensen en la cantidad de mentas poleo que se han tomado con el bebé colgado de la teta.