La igualdad empieza en (tu) casa
La desigualdad entre hombres y mujeres o entre niños y niñas está muy invisibilizada. No somos conscientes de ella, la tenemos interiorizada por lo que incluso en los ambientes más preocupados por el desarrollo pleno de la infancia, se entiende como algo casi anecdótico o incluso como algo aceptable que hay que respetar. Porque no podemos aceptar que nosotras, madres híper informadas de cada aspecto que concierne al crecimiento físico y emocional de nuestras criaturas, estemos ayudando a perpetuar la desigualdad. Esa misma que puede ocasionar que nuestras hijas sean víctimas de violencia de género o que nuestros hijos, a los que hemos criado con tanto amor, sean en el futuro unos maltratadores. Porque cuando crecían decidimos “respetar” al máximo el desarrollo de su “ser”. Sí, lo siento colegas, se nos olvidó leer el libro de la igualdad. O no nos dio la vida pa más…
Y a veces, en vez de las gafas lilas, parece que nos ponemos las gafas de sol porque nos ciega el respeto al desarrollo de su “naturaleza”. Y aquí nos topamos con la clave del asunto, ¿de verdad es natural que a las niñas les guste caminar con tacones y no poder moverse con libertad? ¿que sólo quieran vestirse con tutús? ¿o que los niños desprecien las cosas “de niñas” y les encante jugar a matarse? Así que respetemos su desarrollo, vaaale, pero analicemos qué estamos respetando. ¿Es algo sin lo que no puede ser feliz? ¿Qué tal una ración de límites aquí también?
Si permites a tu hija caminar la mitad del día con tacones porque los identifica con la belleza femenina y «le gusta», estás coartando su libertad de movimiento con las limitaciones en su desarrollo que conlleva. Estarás dañando su salud física y, además, la estarás ayudando a identificarse con un modelo de mujer sumisa a las imposiciones sociales de la moda (que deciden los hombres, por cierto). A identificarse con esas modelos que posan como víctimas perfectas de violencia simbólica. Y si permites que su imaginario se alimente casi en exclusiva del mundo de las princesas rosas, buscará el amor romántico clásico que tanto daño nos hace a las mujeres. Si desde que nace no has podido evitar decirle lo guapa, lo rica y lo dulce que es, ella sabrá que eso es lo que se espera de ella, lo que hace feliz a la gente que tiene a su alrededor. Y quizás se olvide de que si, además, fuera valiente y atrevida, seguramente le iría mejor en la vida.
Pero si has tenido un niño siento decirte que no te libras aunque hay mamás que creen que sí y respiran tranquilas pensando, «eso que no me toca estudiarme». Pues mira, igual es más importante que eduquemos niños respetuosos porque los que maltratan son ellos. Así que si te pasas la vida a dieta y no dejas de quejarte del maldito michelín que no eres capaz de aniquilar, él creerá que la mujer que tiene que buscar como pareja tiene que ser como esas a las que admira su mamá. No digamos nada si muestra atracción por esas zapatillas de deporte con rayas rosas y moradas, mucho más chulas que las de la estantería que se supone le corresponde. ¿Qué haces, se las compras? O, confiesa, ¿le quitas la idea de la cabeza?
El mundo exterior es duro, sabemos que las influencias que reciben no son siempre las que nos gustarían pero mujeres, nadie dijo que esto fuera fácil. Antes de tirar balones fuera, pensemos en lo que podemos hacer en casa.