¡RAE feminista ya!
Estoy enfadada con la RAE, mosqueada, indignada. Y mira que no debería estarlo porque no merece la pena gastar energía con quien no lo merece pero me temo que no soy yo mucho de equilibrios internos y sí demasiado de cabreos impetuosos.
En su afán por preservar su reducto de poder androcéntrico, que es lo que conforma el centro de todas las instituciones tradicionales, léase casposas, los académicos andan picadillos con nosotras las feministas porque nos empeñamos en que el lenguaje nos afecta de forma negativa si no nos incluye. Incluso hace ya años que publicaron un informe para intentar parar la tendencia a usar el lenguaje inclusivo que está llegando, fíjense ustedes, a la comunicación oficial de algunos estados e incluso a la redacción de artículos constitucionales. Y es que ya se sabe, la progresía se desmanda y les da por cuestionar los dogmas del sagrado lenguaje castellano.
No les basta con rechazar el uso del “los y las”, que es cierto que si se abusa de él resulta pesado pero no más que otras costumbres de quien no tiene recursos para redactar con claridad y sin caer en la reiteración. No, además tampoco les vale que usemos expresiones como “las personas paradas” en lugar de “los parados”. Que digo yo que dónde está el problema.
Y es que, por mucho que se empeñen, el avance en la lucha por la igualdad en todos los ámbitos, es imparable. Nos pondrán zancadillas; se atrincherarán en sus reductos medievales; e intentarán acallarnos acogiendo en su seno (carente de senos) a alguna mujer. Eso sí, que no sea muy guerrera que de esas no quieren. Pero a mí que no me joroben. Si desde que nacemos nos incluyen en el masculino genérico tan neutral en apariencia, nos están machacando con la idea de que nuestros cuerpos, nuestras mentes, nuestros espíritus, se tienen que subsumir en la maraña masculinizada de la realidad. Y como bien escribe Ángeles Caso, que no me vengan con monsergas (esto de las monsergas es mío, que ella es bastante más templada) como esa de la economía del lenguaje. Qué hacemos con el Quijote entonces, ¿encendemos la chimenea? O podemos empezar a hablar como Tarzán y total, ahorramos palabras y más o menos nos entenderemos. Ahora que lo pienso, Tarzán en modo macho alfa total tiene mucho de académico de la lengua. No lo digo por los músculos, claro, sólo por la emisión de testosterona marcando el territorio.